miércoles, 3 de septiembre de 2008

Materia sin alma

Cuando nuestro cuerpo material y orgánico deja de funcionar y nos disponemos para pasar al mundo de "los que ya no están", dejamos tras nosotros toda una estela de sentimientos y , por qué no, de acontecimientos que no pueden dejar de estar vinculados a nosotros aunque ya no seamos sus creadores directos. ¿Es la muerte el fin de la existencia o dejamos parte de nuestra esencia en el alma de todos los que nos conocieron? La muerte material no es más que la falta de vida en el cuerpo orgánico, pero ¿qué es la vida? ¿dónde está la chispa que hace que todo funcione como es debido? Este es unos de los grandes misterios del ser humano, antaño se entendía que el alma estaba fuera del cuerpo de las personas y vagaba flotando a nuestro lado, el de los hombres claro, que las mujeres no tuvieron alma hasta hace poco, que desconsideradas. Tras esto llegó la creencia de que el alma se alojaba dentro del corazón, porque era el órgano mas importante que llegábamos a conocer. Pero en los últimos tiempos y tras avances científicos, hemos llegado a realizar trasplantes de este órgano sin que se altere la condición de la persona. ¿Estará alojada el alma dentro del cerebro entonces? Esta pregunta tiene periodo de caducidad, ya que el día que lleguemos a realizar trasplantes de este órgano podremos decir si cambia la persona o no, pero todos suponemos que lo hará. El cerebro almacena todo lo vivido anteriormente y nuestros proyectos de futuro ¿Acaso no es esto el alma de todos y cada uno de nosotros? Toda persona es consecuencia de su pasado y será lo que elija en el futuro, este es el verdadero alma de nuestra vida. La muerte es, por tanto, la consecuencia de olvidar y dejar de hacer planes. Pero ¿qué pasa con los que dejamos cuando morimos? Cuando nos vamos dejamos graves consecuencias tras nosotros. Nuestra pareja, la persona que queda atrás, tiene que afrontar una vida que antes estaba llena de proyectos, de seguridad y pseudofelicidad y que ahora se le antoja vacía, carente de sentido. Todo se torna gris, no quedan ganas de realizar ninguna de las ilusiones que antes eran cosa de dos, y que sin el otro pierden todo lo que tenían de emocionante. Todos creen que este es el fin, que de este trance no hay salida, incluso muchos (o casi todos) piensan en el suicidio. ¿A qué se debe esto? ¿Es real el sentimiento que expresan los que sufren la pérdida de la pareja? Mas bien podría calificarse de miedo e inseguridad. Aunque exista una desolación real por la pérdida del ser amado, el pensar que nunca más va a estar en casa esperando que vuelvas del trabajo, que nunca más lo escucharás reír ni llorar, ni mil veces nunca más, lo que de verdad queda tras estas primeras sensaciones es un terror absoluto a volver a empezar. Llega un momento en que nos hacemos a la convivencia con alguien, estamos habituados a esa persona. Sabemos en que momento salir de la habitación cuando esta malhumorado, cuando tratar de animarlo, cuando no, cuando esta feliz, cuando le preocupa algo, como le gusta el arroz, cuántas cucharadas de azúcar poner. Pero cuando de repente desaparece para no volver, queda tras de sí un mar salvaje de confusión. Entonces nos planteamos dudas muy naturales que algunos tardan en preguntarse, porque la primera reacción es enterrarse en vida y aislarse de todo contacto humano, tales como ¿volveré a enamorarme? ¿deberíamos haber tenido hijos? ¿querría que hiciera esto? Todas estas cosas deben surgir en algún momento tras los primeros pasos en el duelo interior que nos acechaba, la forma que tengamos de responderla va a marcar el resto de nuestras vidas. El ser humano nace para ser social y abierto, el hecho de que hayamos evolucionado hacia la monogamia es sólo un truco de la naturaleza, ya que si hemos llegado a dominar la tierra, somos tan prolíficos y vivimos tanto, imaginemos por un momento si nuestro único fin fuera la procreación, y fuéramos preñando a diestro y siniestro, necesitaríamos mil mundos como este para poder ocuparlo. Por esto el enamoramiento no es más que un sinfín de reacciones químicas que nos hace fijarnos en la otra persona, porque sus rasgos nos son agradables, o su forma de ser. Tras esto, el cuerpo se hace dependiente de la oxitocina que liberamos en cada orgasmo y que es como una droga de felicidad que nuestro cuerpo segrega naturalmente y que si la otra persona nos la da con regularidad, terminamos haciéndonos yonquis de ellos. Esto puede suceder con más de una persona a lo largo de nuestra vida, hay quien solo lo experimenta una vez y hay quien no para de experimentarlo nunca. Pero con esto quiero decir que la muerte de la otra persona no tiene que significar nuestra propia muerte, puede ser el comienzo de una etapa más difícil, pero solo un a etapa más. Debemos aprender a vivir con nuestra pena, llegar a salir, a conocer gente a salir con alguien más algún día y si nuestra ilusión era tener hijos, hoy en día existen numerosas opciones para conseguirlo, y si creemos firmemente en ello, podremos hasta encontrarle parecido con la persona que quisimos que fuera el padre.
No hagamos que el mundo pierda dos sonrisas cuando puede perder sólo una, quizás hay alguien que lleva toda la vida esperándote, o quizás no.
¿Es la muerte el fin de nosotros mismos?

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